Monday, May 10, 2004

HISTORIAS DE LA HORMIGA COJA
Pequeños Milagros.

Era una hormiga tan pequeña que apenas levantaba un palmo respecto a las hormigas de su misma categoría. Encima era coja, en el peor sentido, coja de antenas. La culpa la tuvo la gigantesca plataforma de un ser humano. Otras tienen menos suerte. los seres de grandes plataformas no miran por donde pisan.
Como todas las hormigas, salía cada mañana de su agujero con los primeros rayos de sol, dispuesta a batir su record diario en la recolección de suministros. Lo más valorado son los cadáveres de bichitos, pero ultimamente apenas podía mantener el equilibrio, le costaba orientarse y seguir el ritmo de sus compañeras, por llamarlas de alguna manera (las hormigas no dudan en pelear hasta la muerte por una buena bola de sebo y ella últimamente perdía todas las batallas).
El corazón de la pequeña hormiga coja, sin embargo, era valiente.
Una vez se equivocó de camino y por azar del destino, cayó en los dedos de un gigante degenerado que la metió en un bote de cristal. Junto a ella, un buen número de hormigas trepaban angustiadas hacia la superfice pero una vez que llegaban arriba topaban con una enorme losa que olía a hígado de mamífero muerto. La hormiga coja apenas podía trepar, así que decidió no perder el tiempo y se quedó concentrada observando un punto negro en la base del frasco. En seguida se dió cuenta que el punto no era un simple punto, puesto que empezó a crecer y a crecer y a desenrollarse sobre si mismo. La hormiga pegó un respingo cuando su antena se cruzó con los ojos acuosos de un bicho rastrero. Odiaba a esos babosos que invadian los perfectamente trazados canales del hormiguero para acceder cómodamente a los nidos de las larvas y pegarse el banquete del siglo.

-"Estamos perdidos" soltó de pronto el gusano con una sobrecogedora y lángida mirada.

La hormiga se quedó perpleja, normalmente los bichos como él solían provocar el pánico entre las sufridoras habitantes de la colonia. Sin embargo, Allí estaba, enorme, encogido sobre si mismo y muerto de miedo. Sintió tanta lástima que acercó su antena a la húmeda piel del gusano. Este la miró con cara de pena. Sus ojillos confesaban su deseperación. Él, gran experto en agujeros, había caído en el más temible de todos: el agujero de cristal y no tenía ni idea de como escapar de él.

-"ya somos dos". pensó la hormiga moviendo nerviosamente su antena.

El aire se hacía cada vez más espeso, un calor insoportable derretía los restos del paté de hígado de cerdo que bajaba como el magma lentamente hacia la base del bote de cristal. Algunas hormigas empezaban a agonizar y caían como chinches desde lo alto tras intentar, sin éxito, descubrir algún resquicio en la enorme losa nauseabunda por la que escapar.
La hormiga coja, en vista de la situación desesperada, decidió acurrucarse en el centro del gusano enrollado sobre si mismo. La humedad que desprendía el bicho le proporcionaba, sin saberlo, el oxígeno que necesitaba para no morir asfixiada. ASí que conservaba intactas sus fuerzas.

Alli estaba ella: la hormiga coja junto al gusano apocado, en medio de un montón de hormigas moribundas, cuando algo extraordinario sucedió de pronto. Su mínimo estómago dió un vuelco, como si cayera desde la copa de una gigantesca Secuoya, después, un ensordecedor estrépito y... Fundido en blanco.

El gusano, la hormiga coja y todas las hormigas salieron disparadas, tras un tremendo choque contra el suelo. Había cristales puntiagudos, como icebergs flotando después de un maremoto, hormigas destrozadas, cabezas, patas, antenas, barrigas reventadas..., La tierra temblaba, a lo lejos se alejaba a grandes zancadas el ser de plataformas gigantes.
La hormiga echó un antenazo a su alrededor. En medio del caos, había conseguido salvar el pellejo. Salió cojeando de aquella montaña de muerte. El gusano desapareció sin dejar ni rastro. Sonrió. Después de todo, los peores bichos tambien tienen su corazoncito.