Tuesday, December 02, 2003

AEROPUERTO 77

Los domingos por la tarde, mi padre nos llevaba a ver aviones. Nos sentabamos en el recinto fortificado del aeropuerto, frente a una enorme pared de cristal. Al otro lado, las poderosas maquinas despegaban y aterrizaban sin miedo al tema de la gravedad.
Por el interminable pasillo de la Terminal 1, arrogantes uniformes azul marino flotaban entre gente de altos vuelos.

Para la gente de peso especifico era el tiempo de chaquetas ajustadas, cardados, pestañas postizas, pantalones campana y papel pintado.
Las madres olian a Sunsilk, soñaban con vacaciones intercontinentales; los padres tenian Seat mil cuatrocientos treinta Sport.
Yo, en el asiento de atras, cantaba bajito las canciones de los 40 principales.

Al caer la tarde regresabamos a tierra. Los aviones, con la panza llena, rozaban nuestras cabezas sobre la Nacional II, hacia destinos inalcanzables.